23 octubre 2007

Capitulo 3 “Despertar de la pesadilla”

Me despertaron los primeros rayos del sol al chocar contra mis parpados.

Seguía en el suelo, mi cabeza daba vueltas y mis piernas estaban adormecidas.

Intente pararme y al hacerlo perdí el equilibrio, me senté en la cama del cuarto de huéspedes, permanecí allí unos segundos mire mis manos, las vi lastimadas, luego un dolor punzante provino de mi cabeza la toque y sentí una cortada profunda entre un mar de bultos, tome aire y me dirigí al baño para comprobar mi herida.

Lo primero que hice al llegar allí fue sacarme la camisa, un manchón de sangre recorría la espalda de la misma, tome algodón y alcohol y limpie despacio mi nuca el ardor sentido no fue nada comparado a lo vivido unas horas atrás.

Al instante mis ojos se encontraron en el espejo y vi mi cara demacrada. Que mal aspecto tenes Joaquín!! Pensé, y al ver mi flequillo hacia la derecha un escalofrió recorrió mi cuerpo.

Ahora recuerdo!! Grite. Antes de perder el conocimiento sentí su mano peinarme.

Moje mi cara y toda mi cabeza, el agua se tiño de rojo y la herida volvió a sangrar.

Debo ir a un medico.

Eran las 10 de la mañana ese domingo, había amanecido soleado pero rápidamente el cielo fue cubierto por grandes nubes negras.

Estaba en la guardia del hospital “Sagrado Corazón” cuando una doctora joven y muy bonita grito mi nombre:_ “Joaquín Pilesner!”

_PILSNER! Le dije, mi apellido de origen belga era siempre mal pronunciado la primera vez.

_Discúlpeme! Se excuso. Soy la doctora Salerno. Me auscultó, tomo mi presión y se alarmo al verla tan baja, limpio mi herida y me regalo 3 bellos puntos sobre mi cabeza.

Luego de forma inquisidora me pregunto como me la había provocado. Le invente una historia ridícula hasta para mi, le dije que había tomado un vaso de whisky antes de cenar y al pararme el alcohol subió abruptamente a la cabeza haciendo que pierda el equilibrio y caiga de espaldas al suelo pegando la nuca en el camino contra la mesa de café situada entre el sillón y la chimenea.

Ella asintió con cara de no haberme creído y rápidamente anoto algo en su agenda.

_Y la de las manos? Pregunto.

Le dije que había sido cuando arreglaba el jardín. Cortando el pasto, podando un rosedal, colocando una cerca…….

La mentira fue tal que ni me voz me creía y titubeaba mientras mi cerebro hacia un esfuerzo gigante para pensar.

Bueno, me dijo, deje el jardín para su esposa y trate de hacer reposo por unos días.

La cara de la doctora paso de una mujer desconfiada a una que sentía una pena extraordinaria al oír que mi esposa había muerto hace cinco años.

Mira! Dijo. Sé que te parecerá extraño, lo sé porque lo es para mi, no acostumbro a hacer esto, pero si necesitas un oído llámame a este teléfono.

Mire la tarjeta con un numero esperando que sea de un departamento de ayuda psicológica pero me encontré con el teléfono particular de la doctora que me miraba en ese momento con ojos penetrantes como si quisiera leer mi mente.

Gracias! le dije. Y esbozo una sonrisa.

No me había dado cuenta pero yo también sonreía.

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