30 julio 2008

Capitulo 17 “Huida”

Luego de mi ultima visita al desierto, rincón del alma de penurias del pasado, lugar recóndito de mis más mayores miedos y pesadillas estuve enfermo una semana, la fiebre no bajaba era como si el calor de mi cuerpo quisiera quemar las heridas, era como si el calor del mismo infierno curtía mi dolor convirtiéndolo en cicatrices.
Tras 9 días de calvario y agonía desperté lucido y reflexivo, no podía continuar así, debía hacer algo.
Ella se alejo cuando le dije que la amaba, pero ahora debía alejarme yo, no podía seguir arrastrándola a mi dolor, a mis demonios y fantasmas acosadores, arquitectos de situaciones inexistentes, destructores de la poca paz en mi mente, sembradores de dudas en terreno estéril.
Basta ya de todo eso.
Lloro cuado le dije adiós, escuche su corazón romperse al mismo tiempo que su alma me daba la espalda y una cachetada.
Se rompió su corazón, y el mió se rompió dos veces al saber que la amaba y que solo quería estar con ella, pero ¿vale mas amar y no lastimar, que amar lastimando?
Me interne en mi casa, encontraba en ella un refugio lo bastante contenedor y lo bastante morboso como para hacerlo mi “bunker” ante cualquier ataque.
Me borre del mapa, me trago la tierra, a veces es necesario hacerlo, a veces solo se necesita de tu mejor y peor amigo, UNO MISMO, solamente cada uno se conoce realmente, solamente cada uno puede reprocharse, solamente cada uno puede darse cuenta donde cometió el error, mientras que nuestra conciencia nos ayuda a deprimirnos ó alegrarnos.
Pasaron días y yo solamente salía a ver el sol cuando necesitaba algo lo suficientemente indispensable como para suspender mi aislamiento.
El celular?
Apagado.
El teléfono?
Descolgado.
Mis amigos?
Preocupados.
Mi amor?
Seguramente destruida por lo sucedido, pero algo me alegro súbitamente al darme cuenta que solo y confinado a estar en mi casa oscura, solitaria y fría, donde antes todo era alegría y amor, solo, acompañado únicamente por mis pensamientos y mis recuerdos, solo, si, solo, ya el fantasma de Sofía no aparecía.
La tranquilidad lentamente me volvía al cuerpo, el alma ya no estaba alterada, en realidad a mi alma ya ni la sentía, sé que estaba ahí, pero no la sentía pesada como antes, la sentía liviana.
En el fondo pensaba con al cuota de pesimismo típica del ser humano, que esto no podía ser para siempre y pensaba en el próximo reencuentro con Sofía.
Esa noche me dormí en el sillón la chimenea estaba apagada y en mis sueños vi una respuesta.
Estaba en el bosque, ese lugar que nunca hubiera elegido con Sofía del otro lado, estaba en el bosque pero bien en el centro.
Camine y camine tratando de encontrar una salida, un claro o a alguien, pero nada sucedió. Llegue a una laguna y cuando me quise inclinar a tomar agua vi mi reflejo, o en realidad vi a lo que se reflejaba, sin duda no era yo pero quien era?
Un viejo me miraba fijo, no imitaba mis movimientos por lo que me dio a entender que no era yo, adentro del agua había un anciano mirándome y me asusto mucho, mas me asuste cuando el viejo con su mirada incriminadota me agarro fuertemente de mi remera y me introdujo en la laguna de agua cristalina con una rapidez y una fuerza sin igual. En el agua la vi a la doctora ahogada, muerta.
Y mi grito supero el agua, las burbujas y las barreras de la física. Desperté todo mojado y con barro en el cuerpo.
Debía contarle la verdad a Valeria, era la única solución.

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